No importa dónde hemos nacido, cómo somos o a dónde vamos, lo realmente importante es vivir cada día aprendiendo de todas y cada una de las personas que se cruzan en el camino de nuestra vida, porque independientemente de cuánto tengamos, cómo vistamos o cómo vivamos todos somos personas y todos tenemos algo positivo que aportar al mundo.
Quizás ese ser que aparentemente no tiene nada que ofrecerte sea quien haga brillar una sonrisa en tu rostro, quien te haga abrir los ojos para ver más allá de lo que puedes ver y darte cuenta que si hay algo que los seres humanos tenemos en común son los sentiemientos.
No hace falta fijarnos en las apariencias para darnos cuenta que todos tenemos un valor, el mismo valor...
Tienes mucha razón. A lo largo de la historia muchas guerras han surgido por el orgullo de la humanidad al creerse mejores personas que los que son un poco diferentes a ellos, al menos físicamente.
ResponderEliminarSi en vez de mirar a las personas con el prisma del orgullo las mirásemos con el prisma del amor, otro gallo cantaría.
Tenemos que aprender a ver un mundo donde lo diferente no es lo malo sino que es enriquecedor. Que aburrido sería un mundo donde todos fuésemos exactamente iguales en nuestra forma de actuar, en nuestra forma física, en nuestra forma de expresarnos, etc. En vez de personas seríamos máquinas y eso no debería ocurrir en ningún caso.