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martes, 5 de abril de 2011

...Es triste saber que ya no cabemos todos en un país tan abierto, con un pasado glorioso y una cultura tan equisita.
Sí, no es fácil aceptar al ajeno, sabiendo además que nos regimos por experiencias propias al emitir juicios. Y cada cual tiene sus propios desencuentros y vivencias, injusticias… Pero las palabras, su danza simétrica, tiene que comenzar por el juicio.


Por ello, es bueno ampliar el horizonte del pensamiento, más allá del instante actual y superar el dolor que nos puede provocar la presencia ajena en nuestra ciudad, en nuestra calle… frente al cajero automático, o en la cafetería donde solemos tomar el aperitivo.

El mundo está hecho de nubarrones, pocas veces nos inunda la luz interior, y comprendo sus tristezas, sus "gritos". Está bien expresarse, creo que es el primer paso hacia el encuentro con el otro, que es muy difícil, y casi siempre empieza con una mirada de desconfianza… con la mano llevada hacia el bolso de manera instinctiva.



Ciudadanos del mundo, y no solamente de nuestra ciudad o de nuestra calle, hay que empezar a conocernos a nosotros mismos, para conocer a los demás. Saber dónde estamos y qué tenemos en nuestro interior, qué nos queda por aprender. Porque algo bueno tendrán estos extraños…


¿Hemos pensado alguna vez en qué es lo que pasa por el alma de un extranjero cuando, desprovisto de toda la dignidad humana en su propio territorio se tiene que ir? ¿Y qué es lo que vive cuando se encuentra con la misma indiferencia en el país de acogida?

Son seres situados en la frontera, un tercer espacio, donde se sitúan en una eterna espera. Sobreviven. Huidos de allí… ¿ignorados aquí?

Papeles, trabajo, atención médica, justicia… son éstos, derechos que deberían pertenecer a todos los seres humanos, no solamente a los nacidos en un territorio. El mundo es de todos, extranjeros para nosotros mismos, en este gran país que es la tierra.
Creo que debemos superar las fronteras interiores y aceptar al otro. Tener la capacidad de percibir la angustia de aquél, desgarrado de lo natal, y aún lejos de sentirse acogido en ¿nuestro? espacio.

Porque mañana, tal vez nos toque a nosotros irnos. ¿Se han preguntado qué pasaría si esto ocurriera?

Reflexionemos en lo que advertía Hugo de San Victor en la Edad Media: "El hombre que encuentra que su patria es dulce no es más que un tierno principiante; aquel para quien cada suelo es como el suyo propio ya es fuerte; pero sólo alcanza la plenitud aquel para quien el mundo entero es como un país extranjero"…

martes, 9 de noviembre de 2010


"No me llames extranjero"

No me llames extranjero, por que haya nacido lejos,
O por que tenga otro nombre la tierra de donde vengo
No me llames extranjero, por que fue distinto el seno
O por que acunó mi infancia otro idioma de los cuentos,
No me llames extranjero si en el amor de una madre,
Tuvimos la misma luz en el canto y en el beso,
Con que nos sueñan iguales las madres contra su pecho.


viernes, 29 de octubre de 2010

Todos somos diferentes... Todos somos iguales... Todos somos personas...

No importa dónde hemos nacido, cómo somos o a dónde vamos, lo realmente importante es vivir cada día aprendiendo de todas y cada una de las personas que se cruzan en el camino de nuestra vida, porque independientemente de cuánto tengamos, cómo vistamos o cómo vivamos todos somos personas y todos tenemos algo positivo que aportar al mundo.